La conversación

Hablar con amigos o familiares es generalmente fácil pues les conocemos lo suficiente para saber qué temas les interesan y cuáles son sus actitudes ante la vida. El problema lo tenemos cuando estamos frente a simples conocidos e incluso desconocidos.

Todo el mundo en alguna ocasión se habrá visto sentado en una mesa (banquete de boda, por ejemplo) u otras ocasiones, en las que no conoce a nadie o casi nadie de los que están sentados. ¿Qué hacer? Pues para empezar, presentarse, si el anfitrión no lo ha podido hacer, y empezar a hablar. No se deben hacer apartes con la persona que conocemos, en este tipo de situaciones hay que tratar de integrar a los comensales de la mesa en la conversación.

Evidentemente esto le resulta más fácil a las personas extrovertidas, ya que su carácter expansivo les ayuda a comunicarse con los demás. Las personas tímidas o retraídas suelen permanecer calladas y no se atreven a romper el hielo. Pero unos y otros debemos hacer un esfuerzo para conversar y así pasaremos un rato agradable.

Lo primero que se nos plantea es ¿cómo iniciar la conversación? Y, ¿de qué temas hablar? Podemos empezar presentándonos, tal como indicábamos, para seguir con algún elogio hacia la novia, novio, invitado de honor, lugar en el que nos encontramos (restaurante, ciudad, pueblo, país) o la comida por citar algún ejemplo. Y de estos primeros momentos, la conversación irá desarrollándose por otros caminos.

Evidentemente los temas a tratar con desconocidos o gente poco conocida son de tipo general: viajes, exposiciones, libros, teatro, música, acontecimientos de relevancia, etc.

No hay que sacar temas que pueden dar lugar a enfrentamientos y acaloradas discusiones o poco adecuados. No se habla de política, ni de religión, ni de sexo o de temas íntimos. Hay que tener especial cuidado con el fútbol pues a veces es problemático.

En las comidas no se tocan temas de enfermedades, ni escatológicos, ni de fallecimientos. Tampoco hay que hablar de temas que puedan causar cierta repugnancia al comer.

Si está usted en una reunión de trabajo, se pueden sacar temas relativos a la profesión que darán pie a otros temas, pero en caso contrario, hable lo justo de su trabajo pues puede aburrir a su interlocutor. Tampoco se extienda hablando de gente que los otros no conocen, cuente alguna anécdota y pase a otro tema.

Si la conversación que está manteniendo es seria, no frivolice contando chistes.

Tampoco aproveche la ocasión para presumir de lo que es, de sus logros personales o de lo que tiene.

Recomendaciones

  Escuche a los demás, deje que todo el mundo participe, no monopolice la conversación. No se trata de un monólogo.

  Establezca empatía con sus interlocutores hablando de temas que les interesen.

  Respete las opiniones de los demás.

  Demuestre su interés a la otra persona, preguntando o reforzando su atención con palabras como:”sí”, “por supuesto”.

  No hable de manera pedante o con tono de superioridad.

  Sea cortés, no apabulle al resto de personas, sobre todo si tienen un nivel intelectual más bajo.

  No critique a nadie y no permita que los demás lo hagan.

  No propague rumores.

  No sea vulgar, no diga palabras malsonantes.

  No corte a nadie mientras está hablando.

El menú, la espera, la despedida

El menú

Si ha invitado a un reducido número de personas, lo usual es que cada uno elija lo que más le apetezca, de acuerdo con su gusto personal. Si el número de invitados está entre diez y quince personas, se pueden elegir dos o tres menús que contemplen varias posibilidades. Si el número de comensales es mayor, se puede optar por un menú cerrado.

Los alimentos

No elija alimentos difíciles de comer que puedan poner en un aprieto a sus invitados ni tampoco alimentos que puedan producir cierta prevención por muy exquisitos que sean (caracoles, sesos, hígado, riñones, callos, etc.). Y por supuesto a la hora de confeccionarlo tenga en cuenta la nacionalidad, costumbres y religión. Los musulmanes por ejemplo no toman carne de cerdo ni derivados, ni tampoco beben alcohol. Así que si los lleva a Segovia, donde la especialidad es el cochinillo, elija cordero. Y si va a hacer un brindis, tenga previsto zumo de naranja para estos invitados.

Procure enterarse de otras cuestiones, tales como posibles alergias o enfermedades que padezcan. Sería una torpeza invitar a una gran mariscada cuando su invitado es alérgico al marisco.

El vino

En cuanto a la elección del vino, ésta recae sobre el anfitrión, pues en cuestión de caldos, las posibilidades son infinitas y los precios también. El anfitrión, de acuerdo con su presupuesto, sabe cuánto puede o está dispuesto a gastar en este capítulo. En el caso de que no sea un experto, déjese aconsejar por el establecimiento

La cuenta

En lo relativo a la cuenta, paga quien invita (el directivo con cargo a la empresa, la empresa que tuvo la iniciativa). Y en estas cuestiones, procure ser preciso con el lenguaje. No es lo mismo decir: "le/te invito o les invitamos a comer" que "podemos quedar para comer". En el segundo caso, uno puede sentirse generoso e invitar o bien se paga a partes iguales, cosa muy normal entre amigos o colegas de trabajo.

Si tiene confianza con su invitado, puede pedir la cuenta al camarero y pagar delante de él. Si por el contrario es una persona de gran categoría o no tiene mucha relación con él, hágalo discretamente. Hable previamente con el establecimiento para que le envíen la factura a la empresa, levántese discretamente de la mesa y páguela o despida a su invitado y después pague la minuta. En cualquier caso, evite pagar delante de él con el fin de que no se sienta incómodo.

La espera

El anfitrión debe estar en el lugar antes que los invitados para recibirlos o en todo caso llegar a la vez (cuando les recogemos). La excepción a la regla es en las bodas, donde los novios son los últimos en llegar.

Por lo tanto, sea puntual. ¿Se imagina organizar una cena en su casa, llegan los invitados y usted no está?

Espere a su invitado en la barra del restaurante, tomando un aperitivo, que ofrecerá también a su invitado cuando llegue. Seguidamente pasarán al comedor.

Si el restaurante no dispone de barra, puede esperarle sentado a la mesa. Ahora bien, la opción anterior es más cortés pues le evita al invitado el hecho de preguntar e ir solo hasta la mesa.

La despedida

Finalizada la comida, y si el invitado es de confianza, acompáñele hasta la puerta del establecimiento y despídase de él.

Si la persona es de elevada categoría, deberá acompañarle hasta su coche, o pedirle un taxi.